miércoles, 22 de julio de 2009

su boda

Cansada de coleccionar ramos de boda, ya que se hizo la más hábil para atraparlos, harta de imaginar la boda de sus sueños y por su puesto hastiada de no encontrar el amor, decidió dar el primer paso ella misma y ponerse a cumplir de una vez por todas el deseo de casarse.
Visitó los salones más selectos de la ciudad, probó los mejores platillos de boda y desde luego los pasteles más finos para dicho evento. Acudió a las mejores casas de vestidos blancos, eligió uno que le hiciera ver más delgada y alta hecho por un diseñador local, con prestigio en toda la redonda
El acompañamiento musical sería muy clásico, con violines a la hora de la cena y poco menos conservador después de haber degustado los platillos.
El fotógrafo, las flores, los pajes, padrinos, invitados y hasta los centros de mesa, todos estaban confirmados y listos para el día del evento.
La maquillista llegó puntual para dejar mucho más bella a la novia, el ramo, el velo y los accesorios según la tradición, listos también estaban, el carruaje esperaba a la puerta. La familia aplaudió efusivamente a la bella mujer que bajaba nerviosa por la escalera luciendo su perfecto vestido blanco.
El párroco aguardaba su llegada, los asistentes emocionados pero no tanto como ella, le sonreían, sus amigas emocionadas al igual que sus primas, todos le miraban pasar por la larga alfombra del recinto eclesiástico. La boda habría comenzado a pesar de que el novio no había aparecido, el sacerdote comenzó a decir las palabras que se dicen en todas las ceremonias como ésta y antes de haber terminado las primeras frases, ella interrumpió y dijo, de la forma en que alguien manifiesta una gran felicidad. –sí padre, acepto, acepto casarme conmigo misma, acepto dejar de esperar a que llegue una pareja para cumplir mi sueño de una boda, acepto cuidarme en la salud y en la enfermedad, quererme en la pobreza o en la riqueza, acepto estar conmigo hasta que la muerte me separe- y volteó sonriente a ver a los invitados.
La fiesta se llevó a cabo sin contratiempos, las fotos salieron espectaculares, los invitados gozaron como aquella gente que no tiene otro oficio más que gozar de la vida, las carcajadas de gusto brotaban entre las mesas, el pastel, el singular pastel que en la punta presumía de una novia miniatura de dulce, ha sido la delicia más grande que se ha servido jamás en una boda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

felidiades Leonel, me gusta para trabajar autoestima.

Mishel