miércoles, 22 de julio de 2009

Ica:


Ica se peina como todos los días, han sonado las siete de la mañana y ella tiene el cuarto hecho, luego de haberse puesto su vestido blanco de olanes y sus zapatos a juego, ha cumplido con las ordenes y se ha puesto lo que le gusta a padre.


Su habitación es blanca y sus muebles de estilo antiguo, todo en color blanco incluyendo la ropa de cama; la niña hace su recamara y cumple con un estricto horario justo como padre quiere.


A sus diez años de edad, Ica desea tener las cosas que sus amigas del colegio, usar jeans, brillo labial y leer revistas de moda, pero como Padre ordena, ella sólo tiene las sobrias cosas que él le compra, tampoco sale de casa, sólo va a clases y regresa, nunca sale a un centro comercial, ni escucha música moderna, ya que Padre así lo quiere y claro, ella hace todo por agradarle, aunque lo ve muy poco, cuando lo ve, le tiemblan las piernas y los dientes, nada en el mundo le importa más, que correr hacía él, abrazarle, llenarle de besos y recibir un gran abrazo de Padre que le impregna de amor, sentir su calor y su aroma que le llevan al cielo, al sentirse querida y completa. Pero se contiene y sólo le saluda con una sonrisa, a Padre no le gusta que Ica sea efusiva.


Sin embargo, fue un día especial, pudo ver a Padre, quién generalmente suele visitar la casa cada 30 o 40 días, hoy fue distinto, regresó a los 15 desde la última vez; Ica sonríe mientras está en la cama, luego de la cena ligera, su padre se acercó a ella, mientras estaban en el gran comedor, la tomó del brazo y le dijo en tono sereno, que se fuera a dormir, que ya era hora. Ica se sintió el foco de atención y desde luego fue a su habitación, feliz, su rostro lo declaraba e hizo lo que se le ordenó.


A la mañana siguiente y como todas las mañanas han sonado las 7 am, Ica tiene el cuarto hecho, el vestido blanco de olanes y los zapatos a juego ocupan su puesto, el pelo casi termina de ser alisado y como siempre el chofer la llevará a clases, Padre se ha marchado horas antes.


Cuando regresa de la escuela, Ica contempla los pasillos de la casa, una casa tan sobria como su habitación, todo luce blanco y ordenado, sin nadie que la acompañe, la mujer del servicio hace lo suyo en la cocina y tiene terminantemente prohibido hablar con Ica, a excepción de lo más elemental.


La niña del vestido de olanes camina por la casa, lenta y pausadamente, pues esa es la regla. Entra a la sala de estar con su mirada brillante, imaginando que hay alguna visita que adorne el lugar, en ese momento suena la campana que indica que la comida está servida y la ilusión se borra, el cuarto que también es blanco y ordenado, luce sin gente, como siempre; luego de lavarse las manos, Ica se sienta en el gran comedor con un solo cubierto a la espera, come y se dirige a su habitación luego de terminar los alimentos.


En su recamara, Ica marca el calendario, tacha en diagonal la casilla de hoy, se alivia dándole cuerda a su cajita musical del buró y con el sonido chispeante también ha llegado la puesta de sol, sus rayos naranjas inundan el cuarto y el resto de las habitaciones.


Ica baila, girando sobre su propio eje, los olanes del vestido se sienten vivos al ser levantados por el aire del vuelco, ella mira al techo y sonríe, mientras la casa permanece estática y serena, ha pasado un día más, que significa un día menos para que Padre regrese.

No hay comentarios: